Si nos besáramos
bajo la lluvia
mucho rato
nos
convertiríamos en dos gotas de agua
que se irían
viajando
por un río, calle abajo.
Si nos
besáramos bajo el sol
otro poco
nos
convertiríamos en átomos de vapor
que reirían vibrando,
por el cielo, misteriosos.
Pero si nos
besáramos en las nubes
demasiado
volveríamos a
nuestra estructura líquida
que caería estallando,
a tu cama, o a la
mía,
y allí nos seguiríamos besando.