Anoche tuve un sueño;
soñé que ya no era esclava de mi carrera nunca más.
Era poeta.
Vivíamos, o mejor dicho sobrevivíamos en una buhardilla de la Raval.
Cada noche yo salía a perderme por Barcelona.
Regresaba de madrugada y te encontraba dormida y desnuda en mi cama.
Y te escribía los poemas más bellos.
Qué miserable es la vida al lado de los sueños.
Aunque a veces pedacitos de ellos se escapan para que podamos verlos.
Como tú, pareces un claro rayo de imaginación,
que ilumina mi oscura realidad.
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