jueves, 3 de abril de 2014

Suave es la noche

Mi amor, profané las montañas sagradas para ir a buscarte.  Allí el río tenía piernas y saltaba sobre al retama, esa rubia histérica. Yo solo era caminante por el camino hundido de herida en la tierra.  Las rocas me abrazaban cariñosas, con sus pieles de espeso musgo.   Pendientes usaba la senda, brillantes despuntes, qué bellos eran, y yo deseaba agradecer a ellos las vuelta a casa, y ansiaba saber en qué tienda los compraban.  En el horizonte, salpicado de ciudad, muy a lo lejos, tan lejos estaba: mi destino.

Quisiera yo saber, si era tan tarde; los árboles ya se desperezan, porqué no dormía pensando en ti.  También la noche me sonreía, con su luna de medio lado, menuda fresca.  Quisiera yo saber, cómo se deshilacha en luz cuando le entorno los ojos.  Todo alrededor se me hacía raro en aquella noche espesa.  Sobretodo ese sueño en el que tú no estabas y yo seguía despierta.  Luego de fondo las musas modernas me tocaron; canciones, con sus gafas de pasta y sus ukeleles.


Seguí tus huellas de leopardo asesino.  Mi amor, por ir a buscarte.  Mamá si me muero, perdón por no hacer la cama.  Tus gruñidos ya se escuchaban a través de la densa sombra, espumosa como la copa de una cerveza.  Me dices menos palabras por minuto, aunque son igual de iguales, cuando estas enfadada.  Me lanzas miradas desde la pampa.  Y mi cuerpo desplumado en un cruce de cazadores.  La señal apuntaba a bajo, pero nunca llegué al final de aquella verdad asfaltada.  

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